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Mostrando entradas de abril, 2013

Hattin: Soldados de Dios

El ardiente aire del desierto entra en nuestras fosas nasales, arrasando todo a su paso hasta incinerar los pulmones. Mientras, los rayos de sol caen de forma despiadada, quemando nuestra piel despellejada por el contacto de la armadura de hierro. Está totalmente impregnada por nuestro sudor, que nos gotea en los ojos. Ya estamos hartos de la arena y nos duele andar por las ampollas y los callos de nuestros desollados pies. No queda agua para refrescar las gargantas resecas, por lo que varios caballeros han perdido totalmente el juicio, al igual  de los señores que han ordenado esta temeraria marcha en dirección a Tiberíades. Hasta ellos son conscientes de que el fin estaba cerca, menos esos dos imbéciles de Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, y Reinaldo de Chatillon. Mirando hacia atrás vemos cadáveres devorados por las aves carroñeras y por la impiedad de Tierra Santa. De vez en cuando suena la alarma ante la aparición de una pequeña compañía de arqueros a caballo turcos. La