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Mostrando entradas de junio, 2012

Muerto el perro

Escrito con la colaboración de Salvador Esteban Barranco Estaba ya al límite de sus fuerzas. Solo la desesperación la permitía correr más. Pero las pisadas seguían acercándose. Al final sus piernas se rindieron y cayó al suelo. El hombre la alcanzó, a paso tranquilo, con el cuchillo en la mano y una sonrisa sádica reluciente. El hombre se acercó y consumó su obra. (…) -¿Te has enterado de lo de Susan? -Sí, pobre chica. ¿Qué mente perversa sería capaz de hacer eso? -Espera, ahí viene el sheriff . Sabrá algo más. El sheriff Gilbert parecía sacado de una película de John Ford. Su rostro pétreo e inexpresivo, incluso ante las actuales circunstancias, transmitía dureza. Pelo cano, nariz aguileña, tez tostada por el sol del desierto de Arizona. Se sentó en la mesa, pidió su whisky mañanero y con voz grave y profunda relató los sufrimientos de la pobre Susan. Había sufrido golpes, tenía mandíbula dislocada, varias costillas rotas, hasta que finalmente había sido de

Llevará tu nombre

-¡Fuego! Ese grito rompió el silencio y la paz del lugar. Los hurones escondidos descargaron sus fusiles sobre los despreocupados soldados británicos antes de cargar para teñir de sangre el hacha de guerra.  Lanzaban aullidos terribles que destrozaban tímpanos. Muchos de los supervivientes recordaron con horror como los pieles rojas enseñaban al dios de la guerra las cabelleras de sus enemigos. Mientras los muchachos británicos lloraban mientras intentaban vender caro su pellejo, yo corría buscándola. Yo no era un soldado dispuesto a dejarme matar por honor. Era un colono, que buscaba sobrevivir en una tierra de frontera. Fusil en mano y pistola al cinto, continuaba corriendo esperando ver todavía sus ojos azules todavía con vida. Lo hacía con la esperanza de los locos y los desesperados. Varios hurones se cruzaron en mi camino. Disparé mi fusil y después mi pistola. Cuando ya estaban sobre mí me defendí a culatazos.  Pero un hacha destrozó mi arma. Por instinto, saque mi

Persecución

La había jodido. El coche corría todo lo que podía, pero no conseguía alejarse de la policía. Requiebros, engaños y callejones. Lo había intentado todo. Pero era inútil. No le quedaba otra. Tenía que seguir apretando el acelerador, sintiendo la muerte en cada curva. No podía frenar, las balas estaban demasiado cerca ya. Alguna había impactado en la carrocería. Miró para atrás. Un coche se había estampado con un camión estacionado. Pero seguía teniendo dos coches patrulla encima de él. Para rematar oía un ruido desde el aire. Genial, habían llamado a un puto helicóptero. Ahora sí que no podría huir de ellos en la puta vida. Miró su pistola. Por un momento pensó en reventarse la cabeza. Jodería a los polis no pillarle vivo para sodomizarle. Además tendrían que recoger todos sus trozos de cerebro y de cráneo, a la vez que se manchaban de sangre. Soltó una carcajada. No sería una mala muerte. Elegido por él, no por unos gilipollas. Y además daría por culo un rato.