Bosque tenebroso

La calle no está lo suficientemente iluminada y ya es la hora del cierre de los bares que cobijan a los noctámbulos sin remedio. Hace frío y me he dejado el abrigo Dios sabe donde. No vendría mal para calentarse un cigarrito o el abrazo de una mujer. Pero los primeros ya se han agotado y ya no me queda suficiente dinero para alquilar a una de las segundas. He bebido bastante pero no lo suficiente para evitar la clásica ansiedad depresiva de las tres de la mañana. Juro que mientras sale el sol parezco feliz, la mayor parte del día al menos. Tanteo el bolsillo buscando las llaves pero no las encuentro sino solo treinta monedas de plata. La memoria viaja y recuerda besos y caricias. Pero también engaños que me llenan de tanta tristeza que mis ojos que no osan llorar. Abandona toda esperanza, me digo mientras resoplo de frío y llego al sitio donde la piedad yace muerta. Miro a esa misma esquina al tiempo que la congoja abraza con crueldad a mi corazón, recordando su cara allega...