Un día maravilloso



Es maravilloso poder fumar un cigarrito en libertad. Noto el humo en mis pulmones, lo saboreo y finalmente lo exhalo. La vista es distinta a las paredes de hormigón en las que he estado encerrado durante siete años. Ahora lo que tengo enfrente es un bonito vecindario de casas bajas con piscina y jardines arreglados. En uno de ellos hay una madre joven y hermosa que riega sus preciadas flores de colores mientras con el rabillo del ojo vigila a su hija que juega en unos columpios cercanos. Es tan bonita como su madre, sonriente como solo en la infancia más inocente se puede en la infancia más inocente. Apenas tiene tres años y lleva puesto un vestido rosa que le han regalado hace una semana en su cumpleaños. Es un placer indescriptible, y que muchas veces ignoramos, el disfrutar de un precioso día sin que nada, sean nubes o muros, espante al Sol.

En ese momento suena mi móvil. Algo contrariado, apago la colilla en el cenicero del coche antes de cogerlo pero inmediatamente relajo el gesto adusto al oír su voz chillándome al oído.

-¿Dónde estás? ¿Por qué no estás en casa?


-Estaba dando un paseo, disfrutando de mi recién recobrada libertad. Hasta oigo a los pájaros cantar. Hacía mucho que no lo hacía.

-Déjate de pájaros. Sé adonde has ido. ¿Acaso quieres volver a la cárcel?

-Claro que no. He pasado demasiados años duchándome con presidiarios. Prefiero ducharme contigo.

-Pues parece que eches de menos que te enculen en las duchas. Escucha, he aguantado siete años sin ti, pero si eres tan gilipollas de vengarte no vas a volver a saber de mí. No pienso regresar a visitarte a prisión.

-Me gusta tu voz cuando te enfadas.

-¿Tanto como la hostia que te voy a meter?

-Tranquila, en diez minutos estaré en casa y podrás esposarme a la cama como a ti te gusta y...

¡¡¡¡¡BANG!!!!!!

¡¿Qué coño ha sido eso?!- La pobre se había vuelto histérica al otro lado de la línea. - ¡¿Qué coño has hecho?!

-Eh, no te sulfures. Yo no he disparado a nadie. Ha sido un desgraciado accidente. Una niña ha encontrado una pistola en el parque mientras jugaba. No tenía el seguro puesto y se ha reventado la cara. Seguro que el arma es de un yonki descuidado.

-¿No has sido tú?
-Que va.

Veo la madre gritando de dolor mientras corría junto al cadáver de su hija. Ni ella puede reconocer esa masa de sangre y carne en que se ha convertido la carita de ángel de esa niñita. El silencio se ha impuesto por unos segundos en la conversación telefónica hasta que ella lo rompe:

-Ahora en serio, ¿no te van a pillar?

-No.

-¿Seguro?

-No hay huellas, ni testigos. De hecho ni asesinato, solo un desdichado accidente.

-Bueno, en ese caso que se jodan. A nosotros nos destrozaron la vida esos chivatos. Tenemos derecho a la venganza.

-¿Ves que tenía razón? Ahora sí que el día es verdaderamente hermoso.

-Yo también ansiaba la venganza. He dormido sola durante los últimos siete años. Pero si quien ejecuta la venganza es castigado, ésta se vuelve inútil.- Oigo un suspiro que descarga toda la tensión de hace unos momentos. - Vuelve a casa cuanto antes, esto hay que celebrarlo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un último Baile

Yo solo quería

Los ojos del hombre de arena