El lado bueno de la locura



El motín había empezado y los locos arrebataron el manicomio a los cuerdos. Pero a John no le interesaba el mundo fuera de su celda. Ya no. Él estaba tirado en su camastro tratando de concentrarse en la lectura de un libro a pesar del ruido. En otras ocasiones- no se ganó una reputación de peligro público en vano- estaría con la masa salvaje con algo afilado en su mano mientras lanzaba cóctels molotov a los policías. Pero ese tiempo ya era pasado. De hecho, estaba ahí internado tras entregarse voluntariamente. No podía controlar ya la perversidad de su mente. Ya había hecho cosas terribles, pero la última le atormentaba insistentemente como un taladro en su cerebro.

Cerró el libro. Ojalá estuviera en la playa ahora. Tirada en el suelo había una revista donde había visto fotos de la fina arena del Caribe o las claras aguas de las islas de la Polinesia. Sería un lugar perfecto, alejado del mundo putrefacto que conocía y sin poder salir de una isla semivacía. Habría silencio, habría paz. Puede que incluso las voces que le atormentaban desaparicieran, a lo mejor allí sería libre de la congoja que le corroía el corazón. Pero no está ahí. Y el mejor lugar que ha encontrado para languidecer es una celda donde al menos no podría escapar para volver a hacerlo. John intentó volver a leer pero las palabras se hacían cada vez más lejanas, como lo era todo lo que le rodeaba, incluso la violencia que seguía inflamando la voluntad de los internos. Así solía ser empezar todo, deambulando entre vidas pasadas e imaginarias hasta llegar a saber donde e inhalaba en ellas como si fuera una droga. La realidad moría y lo peor es que no le importaba.

-¡Hey pringado! ¿No te unes a la fiesta?

-¿Fiona?

-¿Quién si no? Levanta, hay música, baile y todo tipo de diversiones.

-¿Y si no quisiera? ¿Y si he rechazado los placeres carnales como haría un sacerdote que ha jurado que la única mujer que serviría sería la Virgen María?

-En ese caso, yo quemaría la Iglesia y decapitaría a la Virgen. Después violaría al sacerdote. Bueno, eso depende. Sería más divertido seducirle, ¿no crees?

Fiona se acerca a los barrotes, dejando a la vista gracias a su amplio escote sus generosos pechos apretados en el sujetador. Ella sonrió a ver hacía donde John dirigía su mirada y preguntó:

-Entonces, ¿puedo pasar o voy a tener que ser verdaderamente una chica mala?

-Fiona, escucha. No me tientes. Sabes que disfruto con tu compañía y más cuando te muestras tan solícita. Pero todo se ha acabado. Estoy muerto. Respiro y como, pero estoy muerto. Mi cabeza ha hecho crack demasiadas veces y ya no vuelvo a hacer que funcione para ser el de siempre.

-¡Oh cariño! ¡No has entendido nada! Nunca se puede volver a ser uno mismo. Esa es la vida. Te transformas, y no suele ser para mejor. Pero al menos sobrevives, y en la vida eso es todo. Desde el rico al pobre, desde al afortunado al desgraciado, todos, pero todos, tratamos de sobrevivir. No nos dejamos morir miserablemente, joder.

-¿Y sí ya no quedan fuerzas para transformarte una última vez y solo queda la decadencia y ver como te pudres?

-Entonces eres un imbécil que no ve que hasta en la miseria más absoluta hay aire fresco que espanta a la peste. - Fiona abrió la puerta de la celda. - Has olvidado el lado bueno de la locura. Pero no te preocupes, lo recordarás.

Fiona sacó un cuchillo y le hizo a John un pequeño corte en el brazo justo al lado de la que le hizo la primera vez que se conocieron.

-Hoy voy a ser tu loquera. Creo que sales ganando con el cambio. Voy a probar una terapia de choque poco ortodoxa pero efectiva.- Se puso a horcajadas sobre él. - Después verás como podemos aprovechar este alboroto para fugarnos. -Empezó a desnudarle.- Y ya vamos a Las Vegas a pasarlo bien.

-¿Y a la playa que te dije en su momento?

-O a la playa.- Fiona le besó en los labios y acarició su torso con una mano mientras con la otra exploraba el interior de sus pantalones.- La que tú elijas. Solo quiero estar a solas contigo bebiendo y follando.

Ya no pudo resistirlo, John recorrió las curvas que tanto había acariciado en el pasado. Recordó su baja espalda y finalmente decidió hundir su mano dentro de sus shorts para agarrar la carne de sus nalgas. Al tiempo, levantó el rostro de Fiona y la miró a los ojos.

-¿Crees que lo conseguiremos? Las islas están lejos.

-Bueno, California siempre está ahí.

-¿Quieres volver a ser actriz?

-Siempre lo he sido. Además, es el único sitio donde puedes conducir bebiendo whisky frente al mar.

-Buen punto.

-Hemos sido cínicos demasiadas veces. Deberíamos ser más optimistas. A pesar de todo, hoy nos amamos y he provocado un motín para escapar.

-¿Esto es algo tuyo?

-¿Acaso lo dudas?

-La verdad es que no.– Ambos ya estaban desnudos con ambos cuerpos sudorosos abrazándose, siendo malos chicos y saboreando la locura que eran capaces de hacer en una celda o en una playa. Porque John comprendía que le daba igual ya donde vivir, como de loco estaba y que crímenes había cometido. Siempre y cuando tuviese a la cómplice adecuada.

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