La chica de mis sueños
La música es ensordecedora, machacona
y algo insoportable. De ese tipo que solo se puede disfrutar con
alcohol. Pero a mi alrededor todos disfrutan de ella, lo que me
obliga a preguntarme si yo soy un alienígena perdido en la tierra.
¿Qué demonios pinto ahí? Todo el mundo se lo pasa bien, las chicas
bailan, los chicos intentan acercarse a ellas y quien no está
tratando de ligar está saltando, gritando y riendo. ¿Y qué hago
yo? Quedarme de pie con una copa a medio acabar en la mano y
sonriendo como un idiota para parecer que me lo paso bien. Pero
simplemente no funciona, estoy fuera de lugar ¿Por qué sigo aquí?
¡Ni siquiera estoy borracho!
Por ella.
Harleen baila con desparpajo con sus
amigas mientras se susurran confidencias entre miradas cómplices.
Ella parece toda una reina, peinada con dos coquetas pero nada
inocentes coletas rubias cuyas puntas habían sido teñidas en un
color rosa casi fucsia. La muy pícara viste unos shorts cortos y una
camisa desabotonada lo suficiente para mostrar una amplía porción
de su piel clara de un vientre plano y la amplia y sugestiva
hendidura de unos amplios pechos que muchos de los que la rodeaban
miran sin disimulo. Sin hacerles caso, Harleen canta a voz de grito
agarrada a los hombros de sus amigas Selina y Pamela, una morena de
pantalones vaqueros ceñidos negros y una pelirroja con leggins y
blusa verde. Intento desviar la mirada de ella, no quiero que piense
que era uno de esos bichos raros que se pasan la noche espiando a
toda chica que se le cruza por delante. Bueno, yo lo intento, podéis
creerme, pero su imagen ya me perseguía cuando no estaba ella así
que tenerla delante es una tentación demasiado grande. Mierda, es
imposible y ahora me está mirando cuando ni siquiera puedo esquivar
la mirada. Harleen me sonríe y se acerca. Trago saliva y siento los
nervios encogiendo mi estómago. La música sigue tan alta que para
hablarme tuvo que acercar mucho su boca a mi oreja, invadiendo mi
espacio. Ella puede que no se diese cuenta pero yo era totalmente
consciente que estamos a punto de rozarnos y de desatar mi histeria.
-¿Estás bien? Te veo un poco soso.
-Eh, no. No, no te preocupes.
Simplemente necesito una copa más, ¿sabes?
-¿En serio? ¡No me engañes! ¡Tienes
que prometérmelo! - Me mira a los ojos mientras me hace un puchero
en la boca. - No quiero que nadie se lo pase mal en mi cumpleaños.
- Me coge de la mano. -Ven, te invito a un chupito, así te
espabilas. - Vuelve a acercar sus labios a mi oído. - Hay que
calentar la fiesta.
Me arrastra energéticamente y sin que
pueda frenarla hasta que ella dice algo en la barra. Antes de que me
de cuenta, se da la vuelta con una sonrisa malvada mientras sostiene
un par de vasos de tequilas. Trato de rehusar pero no me concede
ningún atisbo de escapatoria. ¿Cómo resistirme a ella si me decía
con voz dulce que la acompañase, que no la dejase mal? Estoy
totalmente desarmado y cuando me quiero dar cuenta el cristal choca
contra la mesa al tiempo que el alcohol cruza mi garganta como si
fuera fuego líquido para dar luego paso a la euforia. Levanto la
mirada, nos miramos y rió sin razón aparente. Ella también lo
hace, manteniendo en mí sus ojos azules unos segundos. Finalmente la
música cambia provocando sus gritos entusiasmados.
-¡Me encanta esta canción! ¡Vamos,
bailemos!
No sé que hacer, demasiado tímido
para ser algo más que un fantasma que la persigue mientras Harleen
empieza a desmelenarse literalmente al deshacerse de las coletas.
Pero el tequila me empieza a darme una mezcla de valentía y
estupidez que me impide quedarme quieto y dar pequeños saltos hasta
que noto su mano tocandome de forma decidida. No sé bailar, le
advierto. Y eso a quien le importa, me espeta. Tú solo haz el tonto
como yo.
La verdad es que no miento, no sé
bailar y no quiero pensar que tipos de movimientos hago al ritmo de
la música, pero a Harleen le da igual; incluso se une a ellos.
Claro, ella con más gracia. Es divertido, incluso me hace cantar. En
ese momento todo me da igual, a su lado soy feliz. Hasta la música
parece mejor, seguiría toda la noche así pero Harleen ha perdido la
paciencia. Se pone seria, ya cansada de limitarse a lanzar miraditas,
y, al contrario que lo que hice (es mejor que yo en todos los
sentidos), decide jugársela. Mata al espacio que nos separa, y sus
brazos envuelven mi cuello y sus ojos azules apuntan con decisión a
los míos. Saborea mi nerviosismo y en el momento justo se detiene.
Me obliga a sentir su perfume en mi nariz, el contacto de la piel de
sus brazos níveos, como sus manos acarician mi pelo, la proximidad
de nuestros cuerpos y sus sutiles pero incitantes movimientos para
darme valor hasta que dejo de pensar y la beso. Suena la música pero
los dos estamos ya quietos excepto por nuestras lenguas. Mis manos
recorren su espalda mientras ella me empuja a una pared. Tras una
pausa para coger aire, la muy diablesa aprovecha para mordisquearme
la oreja. Esto por hacerme esperar tanto, me susurra justo antes de
que nuestros labios volvieran a encontrarse durante unos breves
momentos antes de sugerirme que salgamos de allí.
-No hace frío, hay más espacio y hay
menos mirones.
Tras una mirada de complicidad con sus
amigas - que habían sido atentas espectadoras de todo – nos
fuimos, mientras ellas cuchichean y nos despiden con la mano.
Ya fuera del local, nos apoyamos de
nuevo en el muro mientras Harleen se enciende un cigarro. Tras una
calada, ella me dice:
-La espera ha merecido la pena, pero si
no hubieras tardado tanto tampoco hubiera estado mal.
Ambos reímos nerviosamente aunque no
tengo claro exactamente que decir. Todo era tan irreal, un sueño. Y
por supuesto abro la boca para estropearlo.
-¿Quién hubiera pensado que yo te
gustaba a ti?
-¡Serás tonto! Hablas como si
estuvieras en el instituto. ¿No eras capaz de darte cuenta antes, a
pesar de las veces que me mirabas? Estás atento a todo menos a los
detalles, y eso es lo importante. Y además, ¿por qué no me ibas a
gustar? Con lo mono que eres. ¿Ves? Ya te he piropeado gratuitamente
suficiente por hoy. ¿Contento? Debería estar molesta contigo por
ser tan lento. ¡Hasta pensé que tenías una novia escondida por
ahí!
-¿Cómo voy a tenerla?
-¡Oh cariño! Voy a tener trabajo
contigo. - Hace un puchero antes de volver a dar una calada de nuevo.
- Seguro que eres tan zoquete que pensabas, e incluso puede que lo
sigas pensando a pesar de todo, que soy una diosa o un ángel caído
del cielo. ¡Y no es verdad ángel de amor!...
-Calla, no te burles.
-Si es que no puedo evitarlo, es tan
ridículo. Y sí, aparte de que es un pensamiento estúpido e injusto
hacia mí, en el caso de que sea cierto, ¿por qué vuestras diosas
no pueden soñar con los chicos como tú? Sí, nos parecemos más de
lo que te crees. Y sí, también tenemos inseguridades sobre si a
vosotros os gustamos o simplemente sois unos bobalicones que miran al
infinito. No pongas esa cara, tampoco es para tanto.- Harleen tira el
cigarro al suelo y lo apaga con la bota. Se vuelve hacia mí y salta
para que le coja en el aire mientras me abrazaba y sus piernas se
enredaban en mi cintura. - Simplemente quiero que sepas que no has
sido el único que ha pasado noches en vela y que tú también me has
hecho soñar. Así que deja de preguntarte si eres el chico de mis
sueños; lo eres. Así que déjate de hostias y bésame, que bastante
tiempo has perdido y la noche no perdona a nadie.
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