Like a Stone


Jenny se despertó y aún no había nadie a su lado. Desvelada, se despegó de las sábanas y se alzó, todo en absoluto silencio, y caminó por una casa a oscuras excepto por las pequeñas lámparas que encendía a su paso. Miró el reloj y emitió el primer sonido de su boca en un refunfuño cercano al gruñido seguido por una mueca al ver la hora. Se detuvo un momento al baño, donde se lavó la cara para desperezarse, mirarse al espejo y arreglarse la melena rubia. Dudaba si maquillarse o no, pero finalmente no lo hizo. Él la prefería con la cara lavada, de todas maneras. Ya sentada en el sofá del salón, con las largas piernas estiradas y con una copa, esperó pacientemente dios sabe cuanto tiempo hasta que escuchó el tintineo de las llaves chocando con la cerradura de la puerta. Jack entró a oscuras, tambaleándose mientras se quitaba la chaqueta de cuero hasta que la vio, acurrucada en un cojín con los ojos entornados por el sueño fijos en él.

-¿Qué haces despierta?

-Esperarte.

-¿A estas horas?

-Especialmente a estas horas.

-Siento el retraso. He tenido un mal día.

Ella ya lo sabía, veía las señales en la tardanza y en un ligero acento que le hacía arrastrar demasiado ciertas letras, y se levantó. Él estaba guardando sus cosas en el armario cuando la vio y se quedó paralizado con la cartera en una mano y la pistola en la otra. Jenny era alta, el pelo le llegaba hasta la mitad por la mitad de la espalda y la camiseta que no llegaba apenas escondía su cuerpo delgado hasta el inicio de los muslos. Jack no le pudo quitar la vista de encima mientras ella le servía la última copa de la noche. Jack lo agradeció en silencio y dio un largo sorbo cuando se la tendió mientras se sentaba en el sofá junto a ella. Él sintió una mano en su costado, un brazo que se enroscaba como una serpiente por su cuerpo y una barbilla en su hombro.

-No entiendo por qué sigues aquí.

-Me gusta cuidar animalitos monos heridos desde pequeña.

-¿También de los que te arrancarían los dedos a mordiscos?

-No tengo miedo. -Le dijo mientras le acariciaba el pelo.

-Pues deberías. No soy buena persona, Jenny. No lo soy.

-¿Y yo quién soy? ¿La Virgen María?

-Tú eres lo único bueno que hay en mi vida.

Ella le susurró al oído:

-Entonces es que algo bueno tendrás. No te creas tus propias mentiras.

-Jenny, haz caso de tus palabras. Sabes qué he hecho esta noche. Tú sabes la verdad.

-Y menos mal que la sé. Por eso sigo amándote. Todos somos malvados en este frío mundo. Hacemos lo que podemos, y casi siempre lo hacemos mal.
-Pero Jenny...

-Pero Jenny, pero Jenny. Te consiento que llores, pero no que me aburras. - Ella se soltó de su cuerpo para sentarse de forma más cómoda en su regazo. Jack sintió la caricia de su muslo desnudo y la proximidad de sus labios.- Y ni se te ocurra pensar que voy a dejarte solo. Si te culpas de algo, que sea que es que no me dejas dormir.

Ella se levantó y le tomó de la mano, arrastrándolo a la cama para que se acueste. Aún Jenny seguía despierta, mirándole cuando Jack se había dormido.

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