Arde la piel


Los chicos son tan predecibles que aburrían a Jessica. Algunos prefieren mirarla de reojo y bailar un cortejo al ritmo que ellos piensan que marcaba su ingenio cuando en realidad va según mueve ella las piernas. Los peores son los capullos que sonríen como babuinos mientras le miran el escote y les gusta jugar directo. Desgraciadamente los capullos son la mayoría.

Pero Jessica no se engañaba; ella podía ser peor. Ahora mismo se sentía una puta. La voz se lo decía justo al oído. Y la piel le quemaba. Se acariciaba la muñeca, justo en la zona del brazalete azul a juego con su traje de animadora. ¿Por qué lo hacía? Ni siquiera le gustaba ese chico. Era un imbécil y tampoco era tan guapo. ¿Pero cuándo hacemos lo que realmente queremos? ¿Es por morbo? No, ella sabía perfectamente que no sabía siquiera besar, no digamos el resto. ¿Era al menos un buen tipo? No, simplemente un saco de piel con huesos y músculos fácil de manejar que al menos le hiciera sentir algo. Que por un momento no fuese su vida un desastre, o que al menos no lo pareciera. Porque después el desastre era mayor. Ojalá fuera más valiente.



-¿Qué pasa por tu rubia cabecilla?

Como odiaba que le dijera eso. Jessica quiso partirle la cara. En vez de eso, sonrió como él esperaba de ella. La besó. Jessica hace como que le gusta. La muñeca le arde y se asegura que el brazalete sigue en su sitio. No podía ignorarlo. Las luces se apagan y cae tumbada en una cama de una mugrienta cabaña de invierno, apartada y abandonada, perfecta para adolescentes que desafiaban desnudos al frío. Ella empezaba a quitarse la ropa pero no el brazalete. Sentía ya su piel de gallina, no tanto por el frío sino por la culpa.

Y de pronto oyó un grito de dolor mientras un líquido pringoso caía por su brazo, manchando justamente el brazalete.

-¿Qué demonios ha sido eso?

Cuando Jessica encendió la luz, vio la sangre y a la bestia peluda y con grandes colmillos cerrados en torno al cuello del chico con el que se había besado. Y la bestia la miraba fijamente. ¿Qué podía hacer ella? El cliché de chica en película de terror: salir corriendo y gritando. La puerta atrás estaba abierta – por ahí se habrá colado la bestia en la oscuridad – y mientras repasaba todas las escenas de cadáveres despedazados de pelis de terror con la música de Viernes 13 de fondo, maldijo. Maldijo todo, sobre todo estar corriendo semidesnuda por un bosque, ¿no podía ser su muerte menos ridícula? ¿Por qué pensaba en su muerte? Si alguien la estaba viendo debía de pensar que estaba loca. Aunque eso si, no sabrían cuanto de loca estaba de verdad. Pero mira, ella se negaba a ser el estereotipo de rubia guapa asesinada con poca ropa para deleite del espectador. La bestia salió de la cabaña, sin prisa, con carne aún en su mandíbula, pero sin perderla de vista.

Jessica llegó a un granero. Allí podría esconderse y encontrar algo de abrigo. Se negaba a seguir siendo pesimista, la estaba persiguiendo una especie de hombre lobo o lo que sea que había convertido al capitán del equipo de fútbol en su almuerzo. ¡Algo de buena suerte debería tener para variar! Llegó finalmente al portón y con dificultad consiguió entrar. Y justo en ese instante prefirió haber sido el postre de la bestia.

Mike no la había visto aún. Estaba con los ojos cerrados mientras besaba a Sam. Esto no se lo esperaba Jessica pero, ¿qué creía? ¿Qué él no iba a rehacer su vida? ¿Qué él iba a rescatar a la princesa que no quería ser salvada? No, en este mundo nadie está para salvar a otra persona, bastante tenemos con sobrevivir por nosotros mismos. Pero la idea es tan atractiva como enfermiza.

-¿Qué coño haces aquí?

-Siempre tan encantadora Sam. ¿Piensas que con esa boca de camionero vas a ganar el premio a reina del baile o te conformas con ser la zorra particular del equipo de baloncesto?

Lo peor es que Sam no le caía mal. Era algo brusca, pero no era mala tía. Pero si Jessica era capaz de hacerse daño a si misma, ¿por qué no a los demás? No podía contestarle algo más grave de lo que ella misma se decía. Pero, claro, no podían pensar en eso, no con eso suelto.

-Mirad tortolitos, siento joderos el polvo. Yo también estaba ocupada. Pero hay cosas más importantes. Hay una bestia, como un hombre lobo, por aquí, ha acabado con Matt y, joder, hay que...

Jessica paró ante la mirada de absoluta incredibilidad de Mike – por qué sigue siendo tan adorable - y el rictus de furia que se iba extendiendo en el rostro de Sam hasta que estalló en carcajadas iracundas, sujetada por Mike porque quería lanzarse contra Jessica.

-¡Estás loca! ¡Completamente loca! ¡Y quieres volvernos locos a los demás! ¿Crees que tienes derecho a joder a los demás? ¿Yo soy la puta? Llevas semanas abriéndote de piernas a cada hombre que pasa a tu lado. Te conozco demasiado bien, a ti y a tu juego como para que me engañes. Tú sí que eres una zorra, buscando desesperadamente atención y que te quieran a toda costa. Ilusa. Incapaz de amar y más incapaz de creer de que te quieran; por supuesto Mike no puede estar con alguien más, ya que es tu perrito faldero favorito.

El aludido la interrumpió por un momento:

-Sam, no necesito que me defiendas.

-¿Pero no lo ves? Ella sí que da miedo; es una bestia, una bruja, una vampiresa que se te acerca a ti cuando tiene hambre, se sacia y te abandona mientras te hace creer que es culpa tuya aunque tú estés medio muerto. ¡Lo sabes Mike! ¡Tú mismo me lo dijiste medio llorando, como un cachorro abandonado! ¿Olvidas tan rápido o simplemente decides ignorarlo? ¡Joder! - Sam le golpeó con rabia en su pecho - ¿Aún la sigues amando? Sí, lo haces. La miras como si fuera un ángel esperando que venga hacia ti a bendecirte. Tú eres un mentiroso, conmigo y contigo; pero no con ella, con ella eres cristalino.

-Cállate Sam. Deja de decir tonterías. Se acabó.

-Repítetelo las veces que quieras. Yo veo la verdad en como la miras. Y lo peor es que no la conoces. Tiene problemas de verdad, de los que se quedan en la piel. ¿Verdad Jessica?

-Ni se te ocurra mencionarlo, Sam.

-¿Ya no eres tan gallita? Mira que eres descarada. Suplicas tras aparecer semidesnuda para seducir a tu ex a cualquier precio y luego pides clemencia. Espero que te congeles de frío, es lo que te mereces. ¿Pero sabes que? El brazalete no te lo has quitado. Que curioso. ¿Mike sabe lo que esconde?

-Claro que lo sé; es una mancha de nacimiento.

-¿Una mancha de nacimiento? ¿En serio ella te dijo eso? - La señaló mientras reía como un fiscal desquiciado en pleno alegato – Sé sincera con él, al menos por una vez. Te conozco, sé como te odias, como no te soportas. Sí, lo he visto. La muñequita perfecta en el fondo es defectuosa, y necesita que la arreglen y grita para ello. Pero nadie te oye, y solo te queda agrandar la herida abierta a la vez que te pones la venda disimulada con maquillaje para seguir siendo perfecta. Estás en las últimas, Jessica. Quizá es el momento de mostrarlo.

-¿De qué está hablando Jessica?

-Yo...

-Mejor que lo veas por ti mismo...

Por fin Sam consiguió soltarse. La curiosidad de Mike le traicionó y aflojó su agarre. Sin embargo, cuando vio la cara llorosa de Jessica, justo antes de irse corriendo mientras era perseguida por una enloquecida Sam que no paraba de aullar, se dio cuenta de que a pesar de lo que siempre le había culpado a ella del fracaso de su relación, quizá ella tenía sus razones para ser tan esquiva, tan desconfiada, sin querer acercarse del todo a él por si se quema. Y no, él tampoco era la mejor de las compañías. Sacudiéndose la cabeza, salió del granero para buscarlas. Fue en ese momento cuando oyó el aullido. Uno que no era humano

Mike tenía muchos defectos pero no era un cobarde. No dudo en buscar un arma hasta que vio una vieja horca de cinco puntas afiladas. Corrió con ella por el bosque nevado a la luz de la luna llena. Estaba ya cerca cuando los gritos callaron tras un estallido de dolor, y Mike se temió encontrarse un cadáver detrás de cada árbol. Tras cruzar cauteloso un claro, se dio cuenta que estaba ya cerca de la mina abandonada. Y ahí, justo en la entrada a las profundidades de la tierra, vio a la bestia, que desgarraba con sus garras a su víctima. Mike rugió y cargó con fuerza y determinación para clavar su arma en la dura piel de la bestia. La bestia se sacudió ante el dolor, herida en su lomo. Mike perdió el control de su arma, aún clavada en la bestia que intentaba sacársela, y se vio obligado a retirarse. No hay temerario que pueda resistir la monstruosa cara del horror sin armas que le defiendan. Huyó por la mina, y se preguntó, si las ropas – porque el rostro estaba desfigurado – indicaban que Sam había muerto, ¿dónde estaba Jessica? Todo era su culpa, no debió haber aflojado, sabía que no debía haberlo hecho, ¿quién era él para exigir que se desvelasen secretos? Siempre ha ido de víctima con Jessica, pero ¿realmente él estuvo cuando ella le necesitaba? Al final ni siquiera la conocía e interpretó gritos de socorro con ego desmedido.

Finalmente le alcanzaron, cogiéndole de la chaqueta y arrojándole contra el muro de roca. Abrió los ojos, afrontando su destino, cuando vio a Jessica, totalmente despeinada, con los pelos sudados pegados a su cara sucia. No pudo evitar sonreír. Y Jessica le golpeó con el dorso de la mano. Una y otra vez. Consiguió sujetarle la muñeca. Ella estaba ya sin el brazalete, estando expuestas las cicatrices en forma de palabra. Mientras ella no paraba de intentar pegarle.

-Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil. Imbécil.

-Jess, lo sé, pero para ya por favor.

-¿Por qué todo ha tenido que ser tan difícil?

-¿Qué demonios es eso que hay fuera?

-¿Ahora me crees? ¿No era una puta loca?

-Creo que no es el momento para discutir.

-Me parece el mejor momento. Entre muchas cosas porque no vamos a tener otro.

-¿Y si vivimos? ¿Y si tenemos futuro?

Ambos se miraron. Hay demasiados “y si” se dijo Jessica. Pero a veces hay que apostar.

-Lo último que hizo Sam fue quitarme el brazalete.- Se señaló el brazo - ¿Quieres leerlo? No para de quemarme desde que te conocí, te lo quería enseñar...

-Pero la jodimos.

-No quiero morir sin ser sincera. Léelo:

Antisocial                         Inútil                     Sal de mi cabeza

Perdida                      Lo has vuelto a joder

-Esa última me la hice tras nuestra última discusión. Llevaba mucho tiempo sin mutilarme.

-Jessica, nunca lo he entendido. ¿Qué pasó? ¿No me amabas?

-Lo hago. Lo juró. Eso es lo que más me duele. No quería hacerte daño.

-Lo hiciste.

-Lo sé, cariño. Lo sé.

Mike seguía mirando las cicatrices. Dios, susurra, ¿por qué te hiciste esto?

-A veces para sentir. Otras porque sentía demasiado. Siempre sin pensar. Como si fuera lo único lógico. Y para recordarlo. Para que no olvidará lo que soy. Es lo que tenemos los culpables arrepentidos, no nos permitimos olvidarlo. Cada uno se fustiga como puede. Tú bebes, yo me rajo.

Oyeron un gruñido acercándose. Intentaron correr, huir hasta que se escondieron en un estrecho hueco, abrazándose para caber ambos. Notaron el aliento de cada uno, la piel contra la del otro con el sudor impregnando a cada uno. Como en los viejos tiempos en la que se juraban amor eterno en un viejo Cadillac. También sentían el miedo, no se podían esconder de los ojos de cada uno. La bestia avanzaba sangrando y a duras penas, pero aún era peligrosa. No podían hablar, ni moverse. Solos. Uno con el otro.

La bestia paraba. Volvía andar. Pasó de largo. Volvió sobre sus pasos. Golpeaba las paredes de la frustración. Y siguió buscando, incansable.

-¿Tendremos alguna oportunidad?

Ambos se besaron, apoyándose el uno en el otro mientras salían de su escondite. La bestia seguía ahí, ya lejana. Pero la oían. No hicieron ruido, fueron despacio hacia la salida. Arrastraban los pies. Miraron atrás, la bestia seguía en la oscuridad, aún cuando consiguieron salir de la mina. Quizá tuvieran una oportunidad a pesar de todo.

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