And if I cried unto my mother





There's not a time for being younger
And all my friends are enemies
And if I cried unto my mother
No, she wasn't there, she wasn't there for me

Under The Water - The Pretty Reckless

La niña seguía despierta a altas horas de la noche. Sus uñas se clavaban con fiereza en la manta de lana y notaba las lágrimas cayendo sobre su rostro mientras la luz de la luna la iluminaba. Oyó las fuertes y nerviosas pisadas en el suelo de madera paseándose una y otra vez por el pasillo hasta que cesaron por unos minutos y finalmente volvieron. Fue en ese momento cuando se abrió la puerta de su cuarto y vio el rostro de su padre con su barba que empezaba a tornarse gris y unos ojos verdes casi ocultos por sus ojeras y unos párpados caídos.

-Es la hora, Rosemary.

-¿Ya murió mamá?

Él se quedo quieto sin saber que decir.

-Vamos, sé obediente.


Rosemary hizo caso a su padre, que ya se había retirado. Ella se quitó el camisón y empezó a vestirse con torpeza. Casi todo estaba ya preparado para la huida, sabían que tenían que ser rápidos. Ya estaban solos, expuestos al odio de los habitantes del pueblo cercano. Al amanecer ellos sabrían que su madre estaba muerta e irían a por ellos. Quizá antes. Ella contempló la mancha en la piel justo entre sus costillas que rompía la perfección de su piel blanca cordero lechal. Finalmente se puso el vestido blanco con detalles morados que le había comprado su madre en la última feria. Aún no tosía, ni sus ojos se habían vuelto vidriosos ni su hermoso rostro había comenzado a consumirse.

-Hazme caso, hija. Blanco, tiene que ser blanco.

-Pero mamá, no quiero ir de blanco. Ya las niñas se ríen de mi por ser tan pálida. No quiero ir de blanco.

-Hija, ya tienes muchos vestidos de colores. Este es para momentos especiales. Y créeme, nuestro color es el blanco, el de la pureza. Los colores no pueden ser casuales, cada uno tiene su propia- ella calló por unos momentos buscando la palabra exacta hasta que sonrió y la soltó mientras revolvía su pelo rubio y le guiñaba el ojo – magia.

Ya totalmente vestida, fue al establo donde su padre la esperaba acariciando a los caballos. En el carro estaba el equipaje de ambos y una caja alargada de fresno. Rosemary puso su mano sobre ella y lloró. Su padre no dijo nada para no interrumpir el momento aunque se notaba que estaba impaciente. Tenían que partir cuanto antes, ellos sabrían que ahora estaban indefensos y comenzaría la cacería. Pero, ¿cómo decirla algo en este momento, cuando su mundo se venía abajo sin que ella pudiese comprenderlo del todo ni hacer nada? Era demasiado niña.

Finalmente él la cogió del costado y la subió al carro antes de ponerse a su lado con las riendas en sus manos. Giro para atrás para echar un último vistazo al lugar que había llamado hogar y donde había encontrado lo que nunca había esperado: una familia. En esa casa había visto crecer a su hija, había sudado para dar a todos de comer y allí era donde su esposa y él se habían amado. Un mundo hostil les rodeaba y en sus muros se habían protegido. Pero en la vida todo termina, pensó mientras azuzaba a los caballos para que se pusieran en marcha.

No pararon en horas, temerosos de que si giraban el cuello verían a los aldeanos persiguiéndoles con horcas y antorchas liderados por el sacerdote calvo que proclamaría la salvación de las almas a través del fuego. Cada vez parecía estar todo más oscuro y cada vez hacía más frío en la profundidad del bosque. Rosemary no quería quejarse pero el vaho que salía por su boca le delataba. Su padre lo vio y buscó en la parte de atrás una manta que ella agradeció abrazándose a él. Seguían en silencio, alerta ante el ruido del bosque que rodeaba el camino. Rosemary recordó que su madre le advirtió una vez que si alguna vez estaba sola en la oscuridad no tuviese miedo aunque estuviese lejos de su hogar hasta que llegase el silencio. En ese momento es cuando se avecina el peligro. Cuando la niña la preguntó cómo podía estar segura si no podía ver nada en la oscuridad, ella contestó de forma extraña con esa sonrisa tan propia suya:

-En el fondo , la noche no es más que el reverso del día. Ni más ni menos. Posiblemente sea a la luz cuando se produzcan las peores maldades.

De hecho, parecía que su padre lo que de verdad temía era el amanecer. La noche era quien les protegía por ahora. Y Rosemary pensaba que todo era su culpa. Ella era quien tenía la marca. Sus padres nunca le dijeron que fuese algo malo pero sí que insistieron que no la mostrase. Sin embargo, tras una tarde en el río con sus amigas se descubrió. Pronto se vio recluida en casa, sin poder ir al pueblo, al cuidado de su madre las 24 horas del día. El sacerdote pasó un día a casa. Ella estaba jugando fuera de casa cuando él se acercó. Su madre corrió hacia ella y se puso entremedias, protegiéndola. Nunca la había visto alzar la voz como ese día, donde se mostró como alguien implacable frente al hombre santo. Éste último quería realizar un exorcismo. “Es la marca del demonio, hay que comprobar que podamos salvarla antes de que no pueda evitar ser una maldita para siempre”. Tras esta declaración su madre descubrió su hombro donde se situaba su marca.

-Acércate a ella y descubriréis que todas las historia de la maldad de las brujas pueden quedarse cortas.

El sacerdote quedó pálido de terror y huyó. Aunque tras poner cierta distancia entre ambos no dudo en maldecirlas, con palabras no propias de su rango e hizo el símbolo de la cruz. Su madre musitó unas palabras que hicieron huir despavorido al sacerdote. Cuando paso eso, ella cayó al suelo, totalmente congelada a pesar del sol diurno, y Rosemary lloraba mientras se abrazaba a ella que le susurró:

-Sé que es duro para ti. Yo también tuve que pasar por esto.

Con dificultad, su madre se puso en pie y consiguió llegar a su cama donde durmió hasta la llegada de su padre. Nunca le había visto llorar y eso impactó a la niña. Su madre le consolaba. Y hablaban de ella, de que estaría a salvo por ahora. Era necesario, le aseguraba una y otra vez su madre. Sabes donde ir cuando todo acabe, le dijo mientras le besaba en la sien.

Toda bruja queda marcada de nacimiento pero es en la adolescencia cuando la magia aparece. Hasta ese momento estaban indefensas. Quedaban pocas brujas y estaban escondidas en la naturaleza. Rosemary solo estaba vislumbrando que ese era su destino.

-Hija, empieza a amanecer.

Sus párpados amenazaban con cerrarse en cada momento para no volver a abrirlos jamás.

-¿Recuerdas lo que te dijo tu madre?

-Sí, todo.

-Buena chica.

Hubo un silencio seco en el que el hombre quería decir algo a su hija pero las palabras se le atropellaban en su garganta.

-Creo que no has terminado de entender todo lo que ha pasado.

-Sí, padre. Lo he entendido todo. - Su voz nunca había sonado con tanta rabia. El miedo, el dolor, la humillación, la soledad, por fin todo esto acababa trasluciéndose en su voz – Yo soy una bruja y estoy marcada.

-No es tan sencillo. Ojalá tu madre hubiera tenido tiempo para explicártelo.

-Soy mala. ¿Y qué? Todo el mundo me ha tratado así. Deben de tener razón. Porque les odio y quiero hacerles daño, quiero devolver todo lo que me han hecho. Si tuviese los poderes de madre lo haría.

Su padre posó su mirada en ella. No con sorpresa, ni enfado. Solo con pena.

-Los poderes de tu madre no se consumieron protegiéndote para que pienses así. No puedes desperdiciar lo que hizo y tu propia vida en un propósito tan vacío. Hacerlo es un escupitajo a su memoria. Eres joven, demasiado. No tienes ni idea de lo que es la maldad.

-Claro que la conozco. Está en los sacerdotes.

-Antes de casarme con tu madre fui uno de ellos.

Rosemary se espantó. Su padre, el hombre que debía protegerla, era uno de ellos.

-En la juventud vemos las cosas muy claras y emprendemos nuestras cruzadas sin sentido. Maduras cuando te das cuenta que son estériles y vas descubriendo algo por lo que verdaderamente merece la pena luchar. Tu madre y yo nos enfrentamos varias veces con verdadero odio. Pero de alguna forma extraña todo acabo amándonos. Ambos aprendimos mucho del otro, al que considerábamos malvado. Al final el diablo no es un simple villano como me enseñaron de joven. Al final es un ser indómito e incontrolable incluso para él mismo. Nosotros no somos tan distintos.

Oyeron el sonido de los pájaros despertándose mientras la luz se expandía por el bosque, que dejo de ser un lugar lóbrego a estar lleno de colores pardos propios del otoño. A pesar de que los habitantes del pueblo ya habrían descubierto la muerte de la bruja que temían y prepararían su furiosa marcha para acabar con la niña, ellos ya se sentían a salvo. Estaban cerca de su destino, sendos caminos tortuosos donde ambos estarían a salvo. Ambos lo sabían y se miraban sin miedo sino con tristeza. Por fin el padre volvió a abrir la boca.

-Hija, eres demasiado joven. Las cosas no deberían haber sucedido así. Pero no vale la pena quejarse aunque sí llorarlo. Es un final y uno no del todo feliz. Solo quedan recuerdos. Al final acabamos siendo solo recuerdos. Tú has perdido una madre y un hogar feliz que te mantenía inocente frente a un mundo que has descubierto cruel. Quiero que sepas que no siempre es así, que en la vida encontrarás personas realmente buenas con las que la vida se vuelve algo que merece la pena, pero no se puede negar que tiene su lado oscuro. Al menos eres joven, yo ya soy viejo y sin muchas fuerzas para seguir. Ni siquiera me queda tu consuelo ya que para que estés a salvo te tengo que entregar a unas brujas que en el pasado combatí y no podré volver a verte en mucho tiempo.

Por primera vez Rosemary se fijó en las arrugas del rostro de su padre por donde caían las lágrimas antes de taparse el rostro y limpiárselas.

-Padre.

-Espero seguir vivo cuando estés preparada. Yo sé donde refugiarme hasta entonces. Lugares sagrados de verdad donde podré pensar que hacer en la vida que me queda en soledad. Pero lamento que mis ojos no puedan verte crecer. Cuando nos veamos, serás toda una mujer.

Su voz no se rompía a pesar de su estado desconsolado. Llevaba toda la noche masticando sus palabras sin atreverse a soltarlas. Y lo había hecho. Ahora solo quedaban pensamientos sueltos y desesperados con una mente retorcida y torturada.

-¿Qué queda en los hombres en esta lucha de luz y oscuridad, tan confusa que no sabemos que es cada una? Sabiduría. Sí, sabiduría. Cada vez lo tengo más claro. La hay en las brujas con las que vas a vivir. Eso me consuelo un poco al menos. Estarás a salvo y te enseñaran a ser quien debes ser. Espero que la alcances tú también, y también que pagues un precio menos alto que el que he pagado yo.

Finalmente detuvo el carro. Entre las rocas se escondía una cueva oscura. El padre ayudó a bajar a su hija del carro y también a descargar sus pertenencias. Se agachó, poniéndose a su altura y la abrazó enterrándola en su pecho.

-No puedo pasar por ahí. Tendrás que hacerlo sola.

-Papá.

-Déjame abrazarte un poco más; para que te recuerde mejor.

Él la beso en la mejilla. Ahora era Rosemary quien lloraba de forma descontrolada. Pasaron largos minutos antes de separarse y no dijeron una sola palabra más. Pero no pudieron evitar mirar hacia atrás mientras se alejaban uno del otro aunque ya no podían verse.

PD: Esto en cierta manera es una secuela en espíritu de un relato anterior La Bruja. Aunque comparten rasgos, no son los mismos personajes.

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