Olas en el paraíso


Are you death or paradise?
Now you'll never see me cry
There's just no time to die

Billie Eilish – No Time To Die

Las olas rompen contra las rocas una y otra vez con un sonido estruendoso. La playa es un paraíso  de arena blanca con palmeras sinuosas rodeadas de fauna dócil. Pero los rayos del sol caen sin misericordia sobre mi piel ya quemada y en este paraíso no hay lugares donde refugiarse. Hay poca cosa que hacer, solo beber mirando el horizonte. Trago a trago, pensamiento a pensamiento, maldición a maldición. Me gusta la playa, no lo puedo negar; es mi refugio y aquí estoy seguro.

Pero los recuerdos son inevitables y me asaltan constantemente como un cadáver devorado por ratas. Odio al mundo exterior, no le veo sentido, está lleno de molestias en forma de gente que se clavan como una astilla en la uña, me hacen pensar en cosas que no quiero, ni me interesan y encima me hacen sentir culpable por ello. ¿Por qué no me quedo viviendo en mi paraíso? ¿Por qué siempre me complico regresando?



Tic tac, tic tac. El tiempo pasa.

Tic tac, tic tac. Las manos me empiezan a temblar.

Tic tac, tic tac, los pensamientos regresan.

Tic tac, tic tac. Muevo los dedos para espantar el dolor.

Tic tac, tic tac. Ya no aguantó más.

Tic tac, tic tac

Así es como el paraíso se convierte en un infierno. Un infierno del que quiero salir a toda costa, ya sea a gritos, enloquecido o roto. Sí, siempre trato de sanar lo que lleva toda la vida roto y si algo descubro es la grieta en toda su majestuosidad. Un río estrecho cercado por muros escarpados de dura roca con agua traicionera que parece mansa pero en un momento se vuelve rápida como el demonio. Y al final queda una playa tranquila y vacía donde vago sin sentido conmigo mismo en un intento desesperado de alcanzar una locura que me permita desvariar por completo. El exilio del mundo exterior sería completo y definitivo y por fin alcanzaría algo de paz.

Sin embargo, dudo cuando la locura está tan cerca. Siempre hay alguien que aparece y me hace preguntarme. Sí, simplemente me hace formular preguntas. No le valen respuestas fáciles, me obliga a diseccionar mi pensamiento y solo cuando lo ha pulverizado, cuando de mi ego solo queda polvo, cuando vomito la bilis que ha envenenado mi interior, solo cuando pasa eso me da esperanzas.

A veces.

La marea retrocede y ella aparece tumbada en la playa, esperándome mientras se entretenía con dibujitos en la arena como si fuera una cría. Ella te diría que lo es, que apenas tiene un siglo aunque a nuestros ojos mortales acaba de rebasar los veinte. Su piel está ligeramente tostada y no tiene en reparo de ocultar sus voluminosos pechos ni las branquias de sus costillas. Las escamas de su cola son de color verde metálico y el pelo rubio oscuro casi castaño estaba ligeramente encrespado y constantemente se lo estaba quitando de sus ojos verdes con los que me miró cuando me había acercado a ella.

-Es una pena que no pueda enseñarte el coral. Acabo de pasar por ahí y es una preciosidad.

-Lo supongo.

-¿Lo supones? Que extraños y estúpidos sois los de la superficie. Vivís bañados por la luz del sol y la luna y aún así parecéis enfadados todo el tiempo. Y que arrogancia. Lo supongo, lo supongo. Tú no sabes nada..

-No estoy de humor, Avril.

-Tú nunca estás de humor. Al menos cuando vienes aquí. Como mucho finges ser feliz. Y lo peor es que te empeñas en venir aquí una y otra vez como un conejo asustado en su madriguera porque rondan depredadores que no oye el siseo de la serpiente acechando oculta.

-¿Cómo no voy a querer venir aquí? No es un mal lugar. Aquí hay paz, está todo tranquilo. Y puedo ser yo mismo.

-Al contrario, eres cualquier cosa menos tú mismo. Ahora eres la idea que tienes de ti mismo. Y al final esa idea no encaja en la realidad. Rechina y acabas buscando qué pasa, cuál es el problema del paraíso. Piensas que eres tú pero no. No podemos ser nosotros mismos sin lo que nos rodea. ¿Y qué hay aquí? La nada, solo un decorado. Y yo claro. Yo te envidio, ojalá pudiese yo escapar de aquí.

-¿No te sientes culpable de rechazar el paraíso?

-No. Nuestro lugar no es el paraíso. Puede que para los animales. No, nuestro raciocinio no nos deja asentarnos en el paraíso por mucho que lo deseemos. El Creador lo tiene todo bien atado. No creó un mundo entero para que el hombre se quedase solamente en el Edén.

-Sin embargo, fuera de aquí somos desgraciados.

-No todos, no siempre. No es tan malo, te pongas como te pongas. Yo a veces deseo poder sentirme desgraciada. Solo sospecho como es pero - se mira la cola de pez - ¿Qué quieres? ¿Qué venda mi voz por dos piernas? No, las cosas no funcionan así.

-¿Y cómo lo llevas?

-Es cierto que os envidio en ocasiones y me encantaría tener dos piernas para caminar y explorar el mundo más allá de este Océano, Pero a la vez me enorgullezco de no ser tan arrogante como vosotros para creer que todo gira entorno a ti.

-Avril, no nos entiendes. No quiero ofenderte, pero tú misma acabas de reconocer que no eres como nosotros. Unos pies no es apenas diferencia, y sin embargo hay un abismo entre tú y yo. La vida es extraña y no sabemos como responder. Y tú aparentas tener todas las respuestas como si de un simple vistazo uno puede saber como es. Los humanos llevamos siglos inventándonos que es; filosofamos y erigimos dioses pero al final da igual. Nada importa. Somos simplemente pasajeros, extranjeros, vagabundos perdidos persiguiendo una promesa vana que no sabemos si existe realmente acosados por otras almas tan perdidas como las nuestras. Todo es un proceso que nos lleva a una condena segura. Y eso no es lo peor. O ignoras todo para que te acuchille en el peor momento o te desgasta inexorablemente. Y si no acabas tirando todo por la borda es por el miedo a lo que nos espera al final de la vida o de la locura.

Hubo un silencio y ambos observamos como lo que nos rodea se difumina como si fuera un cuadro de acuarelas. Su dedo aún seguía dibujando en la arena cosas a las que yo no encontraba sentido. Nuestros hombros se tocaban y hubo un momento en que la cabeza de Avril cayó a mi pecho y dejó que le acariciase el pelo. Tras unos minutos sonrió y volvió a hablar:

-¿Solo es miedo?

-No. También tengo curiosidad.

-¿De qué?

-De todo. Apenas he visto nada del mundo y cada vez pasan más cosas en él.

-Y por eso volverás una vez más.

-Sí, que remedio. Volveré.

Avril frunció sus cejas:

-¿Y si tras la muerte están todas las respuestas que ansias?

-Aún así no serían suficientes. Hay cosas que no solo basta saber de ellas; también hay que sentirlas.

-¿Y aún creyendo esto acabas aquí?

-Somos una paradoja absurda.

Ella suspira:

-No puede ser todo tan absurdo si sientes tanta curiosidad.

La verdad es que no sabía como contestarla más allá de encogerme de hombros y recogerle el pelo por detrás la oreja mientras ella me hacía un mohín para luego ponerse seria.

-Es difícil saber donde fallas. Quizá tengas razón y estéis condenados a vagar por la Tierra hasta que odiéis vuestras piernas. Pero no te hace ningún bien volver una y otra vez a esas ideas. No sé si es la arrogancia que te vuelve ciego o la inseguridad que te tortura. No termino de entenderte del todo. Solo creo que se ha tapado una hemorragia pero la sangre seguirá manando en tu interior y ya encontrará una vía para desangrarte emponzoñada por la bilis que te inunda. No te enmendarás, volverás aquí, quizá más desesperado y yo no pueda hacer nada para ayudarte. Debe de existir algo más en tu vida de lo que ves. Esta playa solo es la apariencia de un paraíso que en realidad es una tierra baldía y hereje en la que solo sobreviven promesas rotas y criaturas deformes como yo. La vida no es absurda, sois los humanos los absurdos.

-Algún día deberías escaparte y venir al mundo.

-¿Con qué piernas?

-¿No las deseas tanto?

Ella se sonroja pero inmediatamente su rostro queda marcado por una sonrisa lacónica mientras la marea va subiendo.

-Creo que ya es hora que nos vayamos.

Me levanto y veo como el agua salada se alza engullendo a Avril. Cuando desaparece me doy la vuelta y emprendo mi regreso.

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