Take me, I'm alive
Frío.
Hacía mucho frío en la calle. Tanto, que casi le dieron ganas de
volver a entrar en la discoteca, pero Alicia ya estaba harta de esa
música cansina. En ese momento tenía puestos los cascos y escuchaba
algo de The Pretty Reckless a la vez que fumaba un cigarro. Le echó
el enésimo vistazo al móvil para ver si su amiga daba señales de
vida. Estaba harta. Parecía que a su amiga le había comido la
tierra. O un chico, que era lo más probable. Bueno, es hora de
volver a casa, se dijo. Dio una última calada antes de apagar el
cigarro en el suelo pisándolo con el tacón de su bota. A esa hora
no había buses y en aquella zona los taxis habían desaparecido, así
que tocaba andar hasta la parada del metro. Afortunadamente, ya
estaría abierta cuando llegase.
Se
paró durante un momento frente al escaparate de la tienda. El
cristal le devolvió la imagen de una chica de veinte años, rubia,
con un rostro pálido con las mejillas sonrosadas por el gélido aire
nocturno, los labios pintados de rojo, la nariz recta y los ojos
verdes perfilados con rímel y esmero. Su vestido, que estaba
escondido tras una chaqueta de cuero, estilizaba su ya delgada figura
y era tan endiabladamente corto que mostraba sus largas piernas, solo
cubiertas con unas medias de lycra.
Alicia
sonrió cuando empezaron los primeros acordes de “Make me wanna
die”, canción con la que no podía evitar sentirse identificada.
Hablaba de una joven que penetraba en la oscuridad mientras ardía
hasta consumirse. La noche era una compañera que se dedicaba a
burlarse de ella mostrándole sus sueños frustrados, sus fracasos y
sus miedos mientras reía de forma macabra. Sí, ya la oía. Intentó
ignorarla moviendo sus labios sin emitir sonidos mientras sonaba en
sus tímpanos ese melancólico canto.
Never
was a girl with a wicked mind
Fue
un prototipo de niña buena, con sus coletas rubias y todo. Su
hermanastro era el rebelde, no ella, que se dedicaba a jugar con
muñecas, leía o estudiaba. Cuando recordaba esos días, solo podía
pensar, ¿en qué momento se jodió todo?
But
everything looks better when the sun goes down
Como
demostró Lucifer, hasta el ángel más bello era capaz de rebelarse
contra la ley divina y arder en el infierno. Todo empezó con un
novio inocente. Fue hermosamente patético el cómo intentaban amarse
sin saber lo que significaba esa palabra. Se vio en esos poemas
simples y horribles hechos con cariño pero sin amor que le dio en
esa torpe primera cita. Pocos días después vino la ruptura, pero
todavía era ignorante, no sabía nada, por lo que no derramó
lágrimas.
I
had everything opportunities for eternity and I could belong to the
night
Distinto
fue el caso de Sergio, ese macarra que tan poco le gustaba a su
madre. Fueron meses locos donde quemó definitivamente su alma de
niña y se convirtió en una verdadera mujer. No fue solamente cosa
del sexo, sino de descubrir el placer masoquista de volar cerca del
Sol. Sin pensarlo y sin querer evitarlo puso varias veces su vida en
peligro. Fue testigo de peleas a navajazo sucio, fue paquete en
carreras de motos, conoció las líneas de la dama blanca y descubrió
un nuevo mundo que aparecía tras un pinchazo en el brazo. Ya había
dejado los estudios, sus padres la habían echado de casa y habían
aparecido pequeños temblores. Fue en ese momento en el que Alicia
despertó de ese sueño que la protegía de la pesadilla. Encontró a
Sergio con otra mujer. Ahí sí que hubo sangre y lágrimas, mientras
se vengaba. Caminó como un zombi por el centro de una ciudad hasta
llegar a un puente. Se subió y empezó a respirar fuerte para reunir
valor y acabar con todo.
Your
eyes. Your eyes. I can see in your eyes, your eyes.
No
tuvo valor. En ocasiones pensaba que vivía en una muerte en vida.
Pero algo de vida había. La policía pensó que su crimen fue un
ajuste de cuentas entre bandas. Ella consiguió dejar de ser una
yonki, volvió a casa y consiguió un trabajo mientras estudiaba.
Pero las cicatrices de su brazo no desaparecían, era una marcada,
una maldita y lo sería por el resto de su vida. Se sentía sucia,
indigna.
Y
más cuando pensaba en él. En él, y en sus ojos. No podía evitar
pensar en esos ojos azules, ni tampoco sonreír como una boba cuando
se fijaban en ella. Tras Sergio ya no le interesaban las relaciones
más allá de una distracción. Hasta que le volvió a ver. Ya había
dejado de ser ese chico tímido y torpe y se había convertido en un
hombre de verdad. Además sus ojos azules seguían brillando como
zafiros iluminando la oscura y empozoñada alma de Alicia. El
reencuentro fue cálido, como si el tiempo de no hubiera pasado.
Había cariño, pero ¿había amor? Para ella solo merecía la pena
el amor absoluto. El resto era la nada, apenas un juego que en unos
días te aburre y te asquea a no ser que consigas engañarte. A veces
consigue distraerte y divertirte pero todo acaba siendo tedioso.
Make
me wanna die
Alguien
la agarró desde atrás, la zarandeó hasta que finalmente cayó al
suelo helado junto a su móvil terminando de forma abrupta con la
música. Frente a ella reía un hombre alto, de cuarenta años con
barba poblada y descuidada y melena negra y grasa. El aliento de su
boca repleta de dientes amarillos olía a alcohol barato,
posiblemente ron. Trató de inmovilizarla mientras la acariciaba,
todavía por encima de la ropa. Consiguió quitarle la chaqueta y
trató de meterla mano por debajo de su vestido, acariciando el
interior de sus muslos hasta que llegó a sus bragas. Las bajó y
empezó a introducir unos dedos en ella.
Alicia
no podía con él, a pesar de que cada fibra de su ligero cuerpo se
sacudía con toda la energía de su delgado cuerpo ante el asco que
le recorría la columna vertebral. Sin embargo, su resistencia fue
inútil, siendo golpeada por el puño de ese borracho. Su labio se
rompió y comenzó a manar sangre roja que se fundió con el
pintalabios. Él la beso, sus dientes amarillos fueron manchados de
ese líquido rojizo que no le pertenecía. Mordió con saña,
haciéndola gritar de dolor mientras la barba le raspaba su fina piel
de porcelana. No pudo evitar que le rasgase con violencia los
tirantes del vestido y le quitase el sujetador. Tras eso, era libre
de magrear sus turgentes pechos y darle grandes lametones con los que
Alicia quiso vomitar. Pero tenía que aguantar. Se lo decía a sí
misma una y otra vez. Incluso cuando le subió el vestido, dejando su
sexo al descubierto. Se bajo los pantalones y su ropa interior,
dejando ver su miembro, largo y grueso pero también algo torcido. Él
le lamió la oreja y le susurró que era afortunada de ver su polla.
Alicia sintió la penetración mientras oía sus gemidos de placer
por el roce malsano de sus cuerpos hasta que oyó un disparo y cayo
inerte sobre ella, manchando su cara de sangre.
Consiguió
quitárselo de encima. Ahí estaban esos ojos benditos y malditos
ante los que solo pudo romper a llorar desconsoladamente. Sintió el
abrazo y tuvo una pequeña risa nerviosa.
-Vístete
rápido, antes de que llegue la policía.
Él
le tendió el sujetador negro mientras ella recogía su móvil, el
bolso y la chaqueta de cuero que se puso por encima para cubrirse.
Caminaron, con la mano de él en su hombro hasta llegar al coche.
Dentro la temperatura era cálida. Él arrancó el coche y huyó de
aquella tétrica calle. En un semáforo en rojo posó su mano en la
rodilla desnuda de Alicia.
-Tranquilízate
-limpió las últimas lágrimas que caían por su hermoso rostro-. Ya
pasó todo; estás conmigo, estás a salvo.
Ella
susurró mientras la risa histérica no paraba:
-No
es cierto. Eres un fantasma que quiere atormentarme. O estoy muerta,
sí, será eso. No has...
Antes
de que siguiera hablando, él la beso en sus labios, todavía
manchados de sangre, ignorando los bocinazos furiosos del coche de
atrás.
-Alicia,
¿crees qué este beso es real?
-Sinceramente,
no.
Él
rió mientras volvía a acelerar. Le explicó cómo había encontrado
a su amiga y cómo había ido a buscarla. Pero ella no le oía. En la
cabeza de Alicia solo sonaba la letra del puente de la última
canción que había escuchado.
I
would die for you my love, my love.
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