Belleza Siniestra



Al nuevo inquilino de la puerta de enfrente se le veía guapo pero también siniestro. No era solo yo quien lo decía, sino todas las vecinas cuando nos reuníamos en corrillo para susurrar sobre sus ojos negros. Era educado pero no sabías si estabas frente a un asesino en serie o si había salido de prisión. Finalmente le hablé y acabamos coqueteando en el ascensor. Una cosa llevó a la otra y deje que entrase en mi casa mientras nos besamos. Era un chico tan dulce. Que pena que la asesina en serie fuese yo. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un último Baile

Los ojos del hombre de arena 

Cristo, ten piedad